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Trump-Harris: posibles escenarios de política exterior
Por Alberto Hutschenreuter
Doctor en Relaciones Internacionales. Ha sido profesor en la Escuela Superior de Guerra Aérea, en la UBA y en el Instituto del Servicio Exterior (ISEN). Su especialidad es la geopolítica. Su último libro, publicado por Editorial Almaluz en 2023, se titula «El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre».
Todo parece indicar que Kamala Harris será la candidata del Partido Demócrata en las presidenciales estadounidenses de noviembre próximo. Por su parte, el Partido Republicano impulsa la candidatura del ex presidente Donald Trump.
Sin duda, la elección en Estados Unidos es el evento político más importante del año, pues se trata del actor más poderoso del mundo. Es verdad que están ascendiendo nuevos centros, pero por ahora el único país grande, rico y estratégico sigue siendo Estados Unidos, aunque ello no significa que su influencia se mantiene.
A principios de los años setenta, era una anomalía que dicho país concentrara el 40 por ciento del PBI del mundo. El ascenso de la entonces Comunidad Económica Europea y de Japón fue «reequilibrando» la situación.
Hoy la economía estadounidense es grande, pero no implica una anomalía. Lo que hoy desmarca a ese país de los demás es el factor estratégico: se trata del único que cumple un papel de escala en todos los segmentos de poder, desde el energético hasta el cultural, pasando por el comercial, tecnológico, cultural, diplomático, espacial, militar, etc.
China ha avanzado mucho, pero aún no llega a ser preeminente en todos los segmentos de lo que en el país asiático denominan «poder agregado». En cuanto a la Unión Europea, es un poder importante, aunque insuficientemente unificado y con limitaciones geopolíticas y estratégicas.
De modo que el próximo evento electoral en Estados Unidos es importante no sólo hacia dentro, sino también hacia fuera. Solo basta considerar que, si los republicanos regresaran al poder, la guerra en Ucrania acusaría un impacto prácticamente decisivo, pues es altamente posible que se interrumpa la asistencia financio-militar (y emocional) a Kiev.
En el área exterior, posiblemente nos encontremos a las puertas de cambios de escala, sobre todo si la victoria corresponde a Trump. Pero, en mucha menor medida, también podrían registrarse cambios si la ganadora fuera Harris (si finalmente es nominada).
La vuelta de Trump podría implicar una situación casi revolucionaria. Los enfoques republicanos han generado inquietud, al punto que analistas como Ian Bremmer consideran como unos de los principales riesgos políticos globales la posibilidad de una gran convulsión interna en Estados Unidos. Incluso no ganando podrían suceder problemas, según el citado analista.
En importante medida, la violencia política que vive Estados Unidos forma un umbral en relación con esa preocupante hipótesis.
Concentrándonos más en la política exterior, también resulta preocupante que, en caso de ganar, Trump despliegue una «diplomacia de choque», es decir, un enfoque de política exterior más duro que el que mantuvo durante sus años en la Casa Blanca (2017-2021).
Posiblemente, Ucrania quede librada a su suerte, es decir, al apoyo que pueda ofrecer Europa con todas las limitaciones que ellos supone. Trump podría desconectar el «respirador estratégico» a Kiev, situación que afirmaría la salida de la guerra considerando y favoreciendo la geopolítica y los intereses de Rusia y no las aspiraciones de Ucrania y Occidente.
Trump nunca consideró a Rusia y a su presidente un problema, como sí ocurre con las filas demócratas para quienes casi no hay distinciones entre el régimen zarista, el soviético y el actual: Rusia siempre mantendrá una política externa de cuño nacionalista, revisionista, expansionista y antioccidental. Por tanto, la única estrategia aplicable es una (neo) contención vigilante desde lo más cerca de sus fronteras.
Trump no tiene esta percepción, pero tampoco la tiene el Partido Republicano, que tiende a considerar patrones de equilibrio y pacto entre los Estados. No deja de ser llamativo que cada vez que los demócratas estuvieron en el poder hubo problemas con Rusia: con Clinton se inició la ampliación de la OTAN, con Obama ocurrieron los hechos de Ucrania-Crimea, con Biden la invasión a Ucrania…
De todos modos, si bien un “Trump II” podría significar el fin de la guerra, su política exterior no necesariamente implicaría un curso que favorezca un principio de orden internacional. Por el contrario, Washington tensionaría la política mundial si predominaran enfoques centrados en un impulsivo (y casi belicoso) amparo de la economía estadounidense, es decir, imposición de aranceles, sobretasas, etc. Desde esta perspectiva, Estados Unidos no sólo ejercerá presión sobre China en materia comercial y tecnológica, sino también a sus propios aliados: Japón y la Unión Europea.
Es decir, un escenario que implicaría una cuasi ruptura con aliados, pues más allá de la economía, el vínculo estratégico atlanto-occidental sufriría un impacto como jamás ocurrió desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, también el sistema multilateral quedaría afectado, pues consideremos que este enfoque es reluctante a entidades como la Organización Mundial de Comercio o frente al “reseteado” tratado comercial entre Estados Unidos, Canadá y México.
Hay dudas en relación con Medio Oriente, pues Estados Unidos ha dejado de depender de los recursos, según la estrategia seguida tras el 11-S, pero no se ha desentendido de la región, si bien su relevancia ha disminuido. No obstante, durante su presidencia Trump ha sido un firme defensor de los Acuerdos de Abraham (2020) y de la continuación de la asistencia estadounidense para la defensa de Israel (38.000 millones de dólares para el período 2019-2028).
Ahora bien, este escenario sería soft frente a lo que podríamos denominar el escenario sharp, esto es, como lo ha planteado Jakob Heilbrunn en un artículo en The New York Times, The Real Danger if Trump Is Re-elected, un enfoque externo basado en acuerdos o alianzas con actores autocráticos. Sin dudas, un escenario de ruptura dentro de la ruptura.
En relación con el enfoque externo demócrata, aquí no se plantean escenarios de ruptura o de cambios de escala. Una presidencia de Kamala Harris será continuista, particularmente en cuanto a las relaciones con Europa y los aliados del Asia-Pacífico. No hay registro de ninguna concepción por parte de la actual vicepresidente que amenace tal relación. Por el contrario, Harris ha resaltado la unidad occidental demostrada tras la invasión rusa a Ucrania, país al que seguirá apoyando “el tiempo que sea necesario”, como sostuvo el propio presidente Biden.
Si nos basamos en sus años como vicepresidente y consideramos la condición tradicionalista e internacionalista de quienes han sido sus principales funcionarios y asesores en materia de seguridad nacional, podemos establecer el siguiente panorama en relación con otras geografías.
El territorio cercano a los Estados Unidos ha concentrado dedicación de Harris, es decir, México y Centroamérica, desde una perspectiva centrada en la inmigración. Su concepción sobre esta cuestión es económica, esto es, son necesarias ayudas para estimular el crecimiento económico y la reducción de la violencia regional.
En cuanto a Sudamérica, prácticamente no ha habido mayores referencias en relación con alguna iniciativa que suponga el regreso de doctrinas estadounidenses para la región.
En relación con China, es muy posible que si Harris llega a la presidencia continúe con el enfoque basado en la “triple contención”, militar, económica y tecnológica, al tiempo que perseguirá fortalecer más aún los vínculos con los países de la región con el propósito de disminuir la “ansiedad” que les produce a dichos países la proyección naval “postnacional” de Pekín en el Mar de la China.
Acaso lo único que puede considerarse rupturista en el enfoque demócrata es el ascenso de la reluctancia a las injerencias militares globales. Aparentemente, Estados Unidos ha estado asimilando la política china en esta cuestión.
En breve, dos enfoques externos muy diferentes. Sin duda, inquietante el de Trump, pero incierto el de los demócratas, pues si finalmente Harris es nominada y alcanza la presidencia será no solo la primera mandataria mujer del país, sino, mucho más importante, la primera mandataria al frente de un poder que necesariamente deberá acostumbrarse a un mundo con varios centros de poder y a una “galaxia” de problemas y retos.