Tres arqueros de Petroquímica representan a la selección Argentina en

Soberanía o Vasallaje: Relaciones Carnales 2.0. Que Argentina loca, ¿no?
Por: Sergio Marcelo Mammarelli
Abogado laboralista, especialista en negociación colectiva.
Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia.
Autor de varios libros y Publicaciones.
Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut
Argentina vuelve a debatir su identidad frente al mundo.
Lo sucedido la semana pasada con el inusitado apoyo del gobierno de Trump a Milei excede el marco de dos estados soberanos. La mejor síntesis: las famosas “relaciones carnales” que el canciller Di Tella nos enseñaba en tiempos de Menem. Casi con las mismas palabras lo confesó el Ministro Caputo al concluir la bilateral: “siento una emoción tremenda”. Y lo rubricó el propio Presidente, mostrando un tuit de Trump enmarcado como si fuera una condecoración.
Todo este episodio caricaturesco invita a una reflexión: Argentina padece el “riesgo país”, un dato financiero. A eso se suma el “riesgo Milei”, donde el Presidente se volvió un riesgo en sí mismo. Y ahora, encima, le agregamos el “riesgo Trump”. En otras palabras, la política norteamericana ya no solo incide: se incorporó como variable directa sobre nuestro destino.
¿Qué nos pasa que no podemos existir sin una referencia externa? A fines del siglo XIX queríamos ser ingleses. Después, “Braden o Perón”. Más tarde, “Dominación o Dependencia”. En los 70, la tercera posición: “ni yanquis ni marxistas, somos todos peronistas”. Luego hijos de Bolívar, casi rusos… y hoy el péndulo se invierte de nuevo. Ya no debatimos nuestra identidad frente al mundo, sino que el mundo, con un loco como Trump incluido, condiciona explícitamente nuestra suerte política local.
Estamos en una etapa que merece llamarse “Soberanía o Tutelaje”. Porque el dilema ya no es ideológico (capitalismo o marxismo), sino si todavía somos capaces de decidir nuestro rumbo sin que la geopolítica dicte la agenda. Una cosa es el salvataje; otra, muy distinta, la intromisión.
Nunca antes EEUU se atrevió a tanto: respaldar a un presidente argentino con la cláusula vergonzante “te apoyamos, si te reeligen”. Lo que parecía un auxilio financiero terminó en una intervención política explícita, casi un plebiscito norteamericano dentro de la elección de octubre. Milei lo exhibió como trofeo: un denigrante tuit convertido en diploma.
El escenario legislativo del 26 de octubre que complica el futuro.
Para dimensionar qué está en juego conviene revisar cómo se eligen los legisladores y qué números garantizan quórum y veto.
Los Diputados se eligen por provincias bajo sistema D’Hondt, con un piso del 3%. Con 35 a 40% en una provincia grande se suman muchas bancas, pero depende de la fragmentación. El Senado es distinto: tres por provincia, dos para el ganador, uno para el segundo. El ganador se asegura mayoría relativa en cada distrito.
En total hay 257 diputados: se requieren 129 para quórum. LLA apenas ronda las 40 bancas. Para llegar, necesitaría sumar al menos 90 más. En el Senado, sobre 72 bancas, el quórum es 37 y LLA hoy no pasa de 8. Debería sumar 29 más.
Con el 40-45% nacional, LLA podría rozar los 100-110 diputados. Para llegar al quórum propio necesitaría superar el 50% en varias provincias grandes y entrar segundo en las chicas: casi imposible. En senadores, con ese porcentaje podría llegar a 32-36, pero para el quórum requiere triunfar en 15 provincias: irrealizable.
En conclusión: para conseguir quórum propio en Diputados, LLA debería lograr cerca del 50% nacional. Para quórum en Senadores, ganar en 14-15 provincias con 45% nacional. Escenario casi imposible en ambos casos.
Más factible en cambio, es sostener el veto presidencial. Con 30-35% y segundos puestos, asegura un tercio en alguna cámara e impide que le rechacen un veto.
En síntesis: Milei no alcanzará quórum propio en ninguna cámara. Su única carta será el veto presidencial, siempre que logre el 30-35%. Pero si antes de fin de año se modificara el régimen de decretos de necesidad y urgencia, se agrega una complicación adicional. Su gobierno quedaría paralizado sin mayorías parlamentarias y sin decretos de necesidad y urgencia. Solo el diálogo y el consenso serían la única salida posible. Una fórmula más que deseable que los argentinos deberíamos exigir de cualquier forma.
¿Qué pide EEUU?
Cuando Trump condiciona el apoyo a cómo le vaya a Milei en las elecciones, ¿qué está mirando? No se trata solo de que Milei triunfe, sino de que ese triunfo cambie la composición parlamentaria para aprobar su plan económico y reforzar la alianza geopolítica que EEUU necesita: litio, tierras raras, freno a China, y un aliado confiable en la región junto a Bukele. En esa ecuación, nosotros ofrecemos endeudamiento a cambio de dólares.
Difícilmente Milei logre realizar las intenciones de Trump en estas elecciones. Su concreción no depende de los votos, como acabamos de ver, sino de un giro en su actitud de gobierno y un verdadero cambio de personalidad.
¿Cómo vemos los argentinos este escenario? No lo sé con certeza, pero lo intuyo. Con un impacto muy negativo. Argentina es uno de los países más democráticos de América. Según varias encuestas regionales, somos una sociedad que lleva tres décadas entre las de mayor apoyo a la democracia. Como dijo Marta Lagos, “es más fácil que llegue un corrupto que un autócrata: al autócrata que quiere pasar por encima de las reglas, nadie lo acepta”. En otras palabras: ya tenemos bastante con un autócrata como Milei como para bancar a uno peor como Trump. Ningún argentino siente orgullo de este rescate. Más bien, sentimos vergüenza ajena.
Alguna vez deberíamos aprender de Lord Palmerston: “los países no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”. Pero en Argentina seguimos oscilando en un péndulo de amistades y enemistades basadas en simpatías ideológicas, sin advertir que la política exterior se mide en poder y conveniencia.
En fin, ayer éramos todos bolivarianos, hoy trumpistas. El péndulo argentino nunca se detiene: de Caracas a Washington, de la dependencia a la obediencia. Tal vez un día entendamos que la única relación carnal que importa es con nuestra propia soberanía.
Argentina rara, Argentina loca
La Argentina es un país donde las buenas noticias duran menos que una sonrisa de campaña. El salvataje de Trump, que en cualquier otro país hubiera significado un reaseguro financiero por meses, acá se desinfló en tres días. El cuarto día ya nadie hablaba de rescate: el riesgo país volvió a subir, el dólar retomó su camino ascendente y las acciones se desplomaron como si nunca hubieran celebrado nada. Y como si la economía no alcanzara, la política agregó su dosis de locura: el principal candidato a diputado en Buenos Aires, José Luis Espert, aparece mencionado en causas ligadas al narcotráfico. La candidata a senadora en Capital corre a despegarse: “Esto debe aclararse en forma urgente”, exige. ¿Quién se atreve a dudarlo?
El Gobierno, mientras tanto, improvisa: reunión de gabinete de urgencia para recalcular el compás de la campaña. Cambiar el paso, ajustar el libreto, inventar otra narrativa antes de que las encuestas midan el golpe.
En la Argentina las buenas noticias duran tres días. Después, el país vuelve a ser el mismo: raro, loco e imprevisible. Y después nos dicen que, si la Libertad no avanza, la Argentina retrocede… Jaja.