
Lo que nos dicen Ucrania y Gaza sobre la política internacional
Por Alberto Hutschenreuter
Doctor en Relaciones Internacionales. Ha sido profesor en la Escuela Superior de Guerra Aérea, en la UBA y en el Instituto del Servicio Exterior (ISEN). Su especialidad es la geopolítica. Su último libro, publicado por Editorial Almaluz en 2023, se titula «El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre».
Cuando se cumple el primer cuarto del siglo XXI, los acontecimientos que tienen lugar en las placas geopolíticas de Europa del este y Oriente Medio nos aportan muchos datos en relación con el estado de la política internacional.
En primer lugar, se trata de acontecimientos político-militares que tienen lugar en áreas estratégicas selectivas del mundo, es decir, en zonas de alta concentración de intereses, desde aquellos asociados a recursos estratégicos hasta aquellos que implican proximidad de un actor mayor regional-continental, pasando por situaciones de conflictos irreductibles, concentración de capacidades, etc.
En segundo lugar, los acontecimientos resultan contundentes en relación con el uso de técnicas de ganancias de poder que acaban erosionando el alcance del multilateralismo. Más aún, los Estados recurren al uso de la fuerza (medida prohibida por la misma Carta de la ONU), que es la mayor y más riesgosa técnica de los Estados cuando se trata de lograr ganancias de poder.
En otros términos, al momento de amparar intereses nacionales, los grandes principios del derecho internacional son lateralizados y se aplican los principios no escritos de la geopolitica con base en el poder nacional.
En tercer lugar, contrariamente a las teorías bastante extendidas hasta hace unos años sobre la disminución de la violencia y las confrontaciones militares tras el final de la Guerra Fría, las guerras en Europa del este y Oriente Medio (más el medio centenar de confrontaciones interestatales e intraestatales que tienen lugar en el mundo) desmienten con rotundidad dichas teorías (sobre el tema, se recomiendo consultar el «Informe de Conflictos. Un panorama Global, 1946-2024, PRIO; asimismo, los análisis sobre fragilidad internacional).
Como hace dos siglos o medio siglo, los Estados o unidades políticas se reservan el derecho de hacer o no la guerra, para expresarlo casi en los términos de Raymond Aron (un autor considerado «perimido» y acaso hasta desconocido por los entusiastas de imágenes o hipótesis relativas con «el interés global primero», el “orden internacional generativo”, etc.).
En el siglo XXI, las guerras han ingresado a la dimensión de «guerras de quinta generación», constatándose así lo que sostiene la especialista británica Margaret MacMillan sobre esta regularidad protohistórica y el cambio en la naturaleza de la guerra.
Cuarto, si bien se registrarían cierta «falla» en relación con la disuasión nuclear, una presunción surgida a partir del no uso de artefactos limitados por parte de Rusia, el «átomo militar» continúa siendo, a pesar de lo que ello significa, el activo proveedor de seguridad nacional casi absoluta.
El curso de la guerra en Ucrania podría volver a plantear su posible utilización, pues, de acuerdo a la situación, la OTAN no aceptará una derrota, y menos la aceptará Rusia, para quien, como decía un general estadounidense, “la victoria no tiene sustituto”. Por tanto, la guerra no sólo no se detendría, sino que podría subir su grado de violencia, situación que aumentaría la posibilidad de incidentes en lo que podríamos denominar la franja militar más peligrosa del planeta, es decir, la que se extiende desde el norte de Finlandia y el «OTAN-Lake» (el Báltico) hasta las costas del Mar Negro en Turquía.
Quinto, el «desorden internacional confrontado», es decir, la situación de guerra indirecta o de «no guerra» entre los poderes mayores responsables de crear un orden internacional y mundial (en el sentido que consideraba Hedley Bull), funge como contexto para que actores mayores e intermedios se alejen de un modelo o cultura estratégica que restrinja la lógica de conflictos y suministre cooperación estratégica y previsibilidad entre los actores de clase mundial.
El desorden internacional implica desorden territorial, es decir, políticas de poder por parte de estados dirigidas a capturar territorios de otros con el fin de aumentar su seguridad física frente a políticas de neocontención por parte de otros Estados o alianzas político-militares, o bien extender la frontera original en zonas de alta densidad poblacional, geoeconómica, confesional, geoenergética, etc., y con presencia de actores que alcanzaron el estatus de poderes intermedios.
Sexto, el fuerte incremento del gasto militar a escala mundial (2,7 billones de dólares en 2024) es consecuencia de esas dos situaciones centrales: falta de orden internacional y exceso de discordias y tensiones entre poderes preeminentes, pues se agudiza el principio de incertidumbre de las intenciones internacionales.
Los avances tecnológicos remarcan la vieja regularidad que alcanzó su mayor expresión en el siglo XX con la detonación (en contexto de guerra) de las bombas nucleares sobre centros no militares: la posibilidades de causar daños mayores por medio de la rentabilización militar de dichos avances tienden a ir por delante del progreso tecnológico, es decir, el que finalmente rompa con esa regularidad y se despliegue una política internacional de extendida confianza cooperación.
Las tecnologías de escala (inteligencia artificial, biotecnología sintética) suman expectativas pero acaso más reparos, según los principales referentes en dichas tecnologías, por caso, Jeffrey Hinton, Premio Nobel y uno de los padres de la IA.
En este punto, resulta pertinente destacar los planteos prospectivos que advierten sobre la próxima década del cuarenta, cuando los múltiples problemas internacionales y mundiales alcanzarán sus límites o su saturación. Para entonces, la inteligencia artificial general (IAG) podría ser inevitable.
En breve, es preciso tener en cuenta las guerras que tienen lugar en esas regiones de fragmentación, pues las mismas (incluso en ese escenario de descontentos irreductibles que es el Oriente Medio) ocurren en un entorno internacional y mundial sin casi ninguna red o «amortiguadores» de contención, y con los poderes de clase mundial, es decir, aquellos con capacidades para configurar un orden internacional, en estado de guerra indirecta o en situación de discordia ascendente.
Alberto Hutschenreuter es autor de «La geopolitica nunca se fue» (Almaluz, 2025).